Mirada de la muerte desde la Ley de Resurrección





Para enfrentar a la muerte primero debemos hablar de Vida. 

Para esto podemos acudir a las palabras de Cristo en Jesús, que declara ante Marta:"Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que cree en mí nunca morirá. ¿Crees esto?". (Jn 11:25-26)

Claramente con estas palabras, nuestro Dios no se refiere a la resucitación y regreso a la vida carnal, sino la proyección a una Vida superior, de trascendencia, de inmortalidad, en alguna de las muchas moradas que tiene el Padre en los Cielos.

¿por qué esta enseñanza no ha roto el arraigado temor a la muerte entre los creyentes en Cristo?

Para poder responder esta interrogante, resulta esencial conocer que la muerte, desde los Hechos de Salvación,  no es una Ley en manos de los demonios (como ocurría antes de la venida de Cristo). 

Ahora la Ley que nos rige es la Resurrección, que como nos lo explica el apóstol Pablo, es no sufrir la muerte sino ‘pasar’ por la muerte para obtener de cuerpo carnal un nuevo cuerpo espiritual.

Porque si bien la muerte en la carne sigue siendo una realidad, la diferencia reside en que nosotros mismos, somos quienes elegimos la relación con la muerte, esto de acuerdo a la vida carnal que tenemos y a nuestras opciones (‘por los frutos os conoceré’). 

En definitiva, el tema no es la muerte, sino el tipo de vida que obtendremos después de pasar por la muerte del cuerpo.

Cristo nos dice que por nuestros frutos, obtendremos un resultado. Sin importar si conocías o no esta Ley de Resurrección, por ser ley…  todos podrán verificar que la muerte fue vencida y que en realidad el tema a resolver y por el cual existir en este mundo es la Vida que obtendremos luego del paso por la muerte física. 

Pensemos en cómo vivimos, para qué vivimos y dónde estamos colocando la esencia de nuestro tiempo a disposición, es decir, ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia ? 

El orden de prioridad qué es lo que colocamos ante nosotros define en gran parte nuestra opción de vida, y nos coloca ante la muerte de una u otra manera.

Si creemos en Dios postularemos a la Trascendencia,  y en este plano la muerte no es un drama, ni un dolor, sino una Mutación de Vida que nos eleva a estados definitorios. 

Esto es simple, cuando asumimos que la muerte es una constante de la vida, estamos muriendo cada día, y cada día estamos naciendo. La vida es la permanencia de Dios. La muerte física es una línea entre la persona carnal y la persona espiritual (tomando como ‘persona’ al Ser Consciente de Sí Mismo). 

Por tanto, resulta relevante preguntarnos, ¿qué fruto recogeré, quién vivirá después de pasar por el abandono del cuerpo Carnal? Entonces, ahí y ante esa disyuntiva es que cobra vigencia todo aquello que hacemos, y por lo cual optamos, en la vida carnal y de los sentidos. 

Hay quienes sufren la muerte, y hay quienes pasan por la muerte. El drama de la muerte esconde una profunda incomprensión del Hecho Crístico, y una real incredulidad en el Reino de Dios. Para quienes morimos muchas veces en esta vida carnal, y vivimos cada día en el Espíritu, sabemos por experiencia que el paso por la muerte física es el resultado de un ciclo de muerte y vida que ya hemos vivido y conocido, por eso ‘pasamos por la muerte y no sufrimos la muerte’. 

Cristo, el Dios que nos conduce a Nueva Vida.  No hablamos del Jesús histórico, que en realidad fue la encarnación de Cristo Dios para ejecutar el Plan de Salvación, sino que hablamos del Verbo, el Dios que ha sido Hijo Dios del Dios Padre desde Siempre,  y lo fue estando en Jesús, y lo sigue siendo después de Jesús. Por lo mismo es Cristo el Dios Verbo que debemos aceptar y con el cual debemos ligarnos en Espíritu para ser elevados al Padre.

Prepararnos para la muerte no es ‘estar preparados para morir’; hablamos aquí de la muerte como Cristo nos la enseña a partir de Su Victoria: un resultado, un fruto, una cosecha. De acuerdo a esto aquello que nos dispone para este paso trascendente es nuestra siembra. 

Entonces planteamos que es la vida, el modo de vida, la opción de vida y qué fuerza gobierna tu vida… aquello que intrínsecamente nos prepara para enfrentar este estado de conciencia (la muerte) que en términos espirituales es el inicio de una Vida Superior, si ha sido vivida en y con Espíritu; y de una vida en deuda, si ha sido consumida por los deseos del Alma y las necesidades del Mundo.

El Camino Espiritual es la garantía y la certeza que nos permitirá usar el paso por la muerte como una verdadera catapulta hacia el otro lado del abismo. 

El Gran Salto hacia el Padre solamente lo puede conducir y Guiar el Cristo Vivo. Se trata de vivir esta vida en la Paz del Espíritu, y en la muerte del cuerpo trascender a Persona Espiritual…y seguir vivos en la Gracia de Dios.






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