Jesús o Cristo, ¿un hombre santo o un Dios?
Durante siglos se han usado las referencias de Jesús y de Cristo como sinónimos, asociándose a la figura histórica de Jesús.
¿Te preguntarás cuál es la diferencia y qué relevancia puede tener esto?
Si bien, culturalmente se usan de manera indistinta, el rol Cristo, Yahvé, Jehová, Elohim, entre muchas otras denominaciones te pueden llevar a confusión e incluso a debilitar tu fe si en realidad no sabes con quién te estás relacionando.
Por primero hay que distinguir que Cristo y Jesús no es hablar de lo mismo.
Cuando nos referimos a Cristo debemos comprender que es el Dios que ha estado desde el inicio de los tiempos y que es el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, el Verbo del Padre Creador, es el cocreador de todo, como se señala en el evangelio de Juan: "En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. " (Juan 1:1-4)
Por tanto, cuando nos referimos a Cristo estamos hablando del Dios, del Verbo, que encarnó en Jesús, haciéndose hijo de hombre como parte de un Plan de Salvación y que volverá a venir, ya no encarnado en un hombre sino en su calidad divina, aperturando el Milenio de Paz.
Por otra parte, cuando nos referimos a Jesús no estamos en presencia de un hombre iluminado, un maestro, un profeta, que se hizo ‘hijo de Dios’ por su bondad o actos milagrosos, sino que en Jesús mora el Espíritu del Padre, y es Cristo el Verbo encarnado, lo que se explica en la cita de los evangelios: “Yo y el Padre somos uno.” (Juan 10:30)
Te preguntarás y en concreto, ¿qué cambia al comprender esta diferencia?
Mucho, ya que al conocer a Cristo como el Dios que es, el Verbo y que nos da la verdadera Vida, todo tiene sentido, ya que no es lo mismo relacionarse con un dios que muere en una cruz, que padece por nosotros y por ende se asocia a sufrimiento, a relacionarse con un Dios victorioso.
¿Por qué victorioso?
Porque victoria es lo que Él obtuvo cuando bajó y cerró los abismos, recuperó las llaves de la muerte, restauró nuestro espíritu y cambió la ley (de muerte) que teníamos hasta antes de su venida, que era la reencarnación, instaurando una ley de vida, que es la Resurrección.
Desde la muerte carnal, física, de Jesús, se inician los Actos de Salvación y Restauración en los Tres Días del paso por la muerte de Cristo, nuestro Dios Redentor, que te invito a conocer en su real dimensión en el próximo post y en nuestros talleres y actividades.
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Porque nuestro Dios vino una vez en la carne en Jesús, y ya nunca más vendrá en la carne: porque Cristo está por venir, como el Dios que ES.
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.
Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.
Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.” (Apocalipsis 22, 12-14)
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